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AMALIA MERCEDES ABARIA (CABA-Buenos Aires-Argentina)

EL HORIZONTE


Allí, en ese abismo de la pampa
o del mar o del desierto,
en ese abismo donde los ojos caen
y no hay nadie, nadie


En la hendidura del cielo
donde vuelas hacia esa línea dura
mientras el sol avanza y ya no puedes ver


Quieres lanzar tu corazón hacia la luz
sacarlo de tu cuerpo
y hacer como los pájaros
que huyen a la orilla del mundo
y no regresan.

Qué, quién
más allá de la frontera infinita…


Es el hechizo de esa línea
que te mantiene así,
puedes irte pero te quedas
puedes desaparecer
pero permaneces mirando ese final
lejos…


Cuántas veces
en la frontera inmóvil
vuelan capas de ángeles
y los caballos levantan sus cabezas
y en el cielo corren, corren………….


Allí también vieron su sombra negra
aquéllos, antes de la batalla
con el recuerdo de esos días felices,
casi olvidados

con una tierra, árboles, hogar,
casi perdidos.


Horizonte, horizonte.…

dueño de nuestros pensamientos, nuestras derrotas

nuestros sueños


Quizás alguien vislumbre desde ese punto,
nuestra frágil plataforma de hombre que mira


Y decimos entonces
que sólo existe esa línea pura,
perfecta, silenciosa.

ECLIPSE

Es noche afuera, todos miran el eclipse
y la luna se esconde, se agazapa
se aniquila .

La hora exacta, precisa, fue proclamada,
anunciada, publicada,
con una estridencia de agujas
saliendo del televisor
y todos quieren ver, ver,
olvidar un poco los restos de martillo
de un día interminable.

Los perros de la noche, los que ambulan todavía
en el fondo de un hueso desolado
no ven , no saben que un velo, un pedazo de luna
cubre su perfecta soledad.

Noche de vértigo hacia la nada,
la cornisa donde los gatos también miran la luna
la misma noche entera se evapora y cae
en un absurdo pecho de los que lloran.

Qué hay más allá?
Quién escucha las lejanías tristes,
el pasado que aparece antes de dormir
una pared o un techo abriéndose a la memoria,
quién sigue mirando el recorrido de una luz que no fue?

Oigo tus pasos que se arrastran,
(estás cansado)
y vamos a dormir.

ALREDEDORES

También amo el entorno cercano
a la tumba de mi padre,
la avenida, las casas sencillas
los árboles que cercan la muralla
donde se esconde
el tibio cielo donde vives.

Siento que caminamos cómodos
por aquí
¿no somos muerte,
también?

Tierra, amada tierra
que ahora yace plácida
amorosamente cansada
sin embates,
sin un dolor que sí hay afuera,
un dolor caído y vencido
como el de las rosas
que acompañan tu espacio
ahora.

Pero amo este pequeño banco de cemento,
la piedra gris
que cubre el inmóvil corazón
el anónimo pájaro
que canta .


Y no hay más que ésto ,
aquí,
cansados.

RAICES

Hay que sacarse de nuevo las raíces para amar.
Ponerlas arriba de la mesa y mirarlas largamente.
Cada una con un poco de polvo y de pasado.
Y ese tacto a cuchillo abriéndonos las llagas
que todavía quedan.

Sólo hay un punto donde el amor se abre
en esos otros ojos
con un oscuro miedo de animal que ha estado largo tiempo
debajo de la tierra.

Allí son todavía las palabras,
este hilo continuando la misma navegación
con esta furia de olas, de deseo,
para tapar el camino de todos los muertos.

Entonces, sí,
hasta el abandono
el fin de las noches sin forma
y ese techo de arañas
como un destino de los ojos para la desolación.


Por eso,
hay que extirparse hasta los huesos
y dejar.
Dejar que el pájaro suba en el instinto de la piel ahogada

APENAS VIVIMOS

A veces caminamos por calles
donde estuvo la infancia,
donde el musgo huele a piedra de juguete pesado
y un rostro resucita un calendario largo.

No hay auxilio para tantos recuerdos
cuando lo preciso es sólo un destino matemático
y en el alma hay olores de rodillas,
a manos, a empujones
a violetas de vereda paseada de la mano.

Porque vamos por la misma calle lúdica de entonces,
con un poco de frío y dudas derrotadas
(los árboles apenas son distintos).

Así andamos,
un poco solos,
menos temibles,
con algo de viejo papel y leche primitiva
con las uñas mirando en el reloj de la última ventana.

Dónde estarán los ojos de ese tiempo
del que ahora nos llega lejanamente nuestro,
tan lejos de esta historia que graban las paredes
y las manos altas.


Por eso,
si tanto ha cambiado,
si hasta el último pájaro siguió su curso original

y los edificios se aplastan al asfalto
para llorar a gritos,
es mejor que sigamos.

Disimuladamente solos.

Antes de partir, queda el instinto

1 comentario:

  1. Dejo constancia de mi lectura y aprecio por tus hermosos poemas, Amalia. La tuya es una pluma de oro.
    Con un abrazo afectuoso.

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