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TERESA BEATRIZ GUZZONATO (Santa Fe-Santa Fe-Argentina)

(CARRÉ, 2001)

Esta tristeza no es mía

Tiene un aroma ajeno
aroma de herida
herida de fruta
herida de pétalo,
herida tibia de ala.

Es una tristeza
como de flor marchita,
de palabra ahogada,
de llovizna de otoño…

Esta tristeza no es mía.

Quizás se le cayó a un ángel
de su bolsa de juntar tristezas

y anda huérfana
buscando donde posarse.

(BASURAL DE SERODINO)

La mató,
creo que a golpes.
Los dos querían la comida para los cachorros.
Pero el de dos pies y mano con palo
pudo más que la de la cola entre las patas.

(DE A UNO SE FUERON…)

De a uno se fueron,
ahogando luces como la tarde
dejando
una extensa llanura de silencios.

Hermana de la noche,
entonces,
se tornó oscura la palabra…
la común palabra
la que abrazó,
puso el perdón,
la que construyó el amor.

A veces
el recuerdo aparece,
como una luna llena,
luminoso
pero intocable.

COMO IGUANAS

Como iguanas
reptábamos
a la hora de la siesta
por el silencio de las habitaciones.

Sorbíamos la frescura
de los pisos fríos y espejados
y contábamos secretos
en baja voz.

Con las risas no contenidas
-escapadas como lluvia de estrellas-
salpicábamos el sueño de los mayores,
ajenos,
por la fatiga de trabajar la tierra,
a nuestras complicidades.

Como iguanas
cerrábamos los ojos
y acurrucábamos las palabras
si percibíamos movimientos.

Ante la quietud de las puertas
reabríamos los postigos a nuestros mundos
y volábamos plenas
mariposas rubias
perfumadas de manzanilla
por los dulces campos de los misterios.

Como iguanas
bajo el sol de la infancia.


(NOVIEMBRE)
CANCIONCITA PARA UNA LANGOSTA ENAMORADA

Con espumas de manzanilla
la siesta va vestida,
blanca blanca la pollera,
blanca blanca y amarilla.

Cintos de alambre afinan su talle
y pajaritos azabache
le prenden sus hebillas.

Bajo su blusa de trigo
una langosta late
porque el sol la mira
y porque no la mira…

El viento tumba y eleva las espigas.

Verdecito corazón
Ay, que el sol la mira
y que no la mira…

Por el aire por el aire
la siesta va vestida
con blusa de verde trigo
y falda de manzanilla.

El viento tumba y eleva las espigas

En su pecho
una langosta late enamorada…

por el sol
que la mira y no la mira.

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