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JUAN MANUEL PÉREZ ÁLVAREZ (Ourense-España)

XXXIII

En las profundidades del silencio no sé lo que hay,
Porque el silencio pertenece a los muertos,
Pero confío en que la navegación me sea fiel
Y el silencio, con su papel infinito, me acompañe hasta la tierra de la Dicha.
No me voy a quedar
Con nostalgia en las poblaciones que encuentre
En el cabotaje por el plano de mi rostro que casi es el tuyo,
Más bien voy a hacer con la nostalgia la vela en la que soplará el viento,
Pues no quiero otro motor que la enseñanza de lo espontáneo.
Gracias al silencio, a su esqueleto de indiferencia,
A su cordillera de pérdidas, voy a ganarle la carrera al Tiempo
Y rodearé, navegante, el globo de su misterio.
No hay aduanas para el espíritu que transforma las edades
Y transfigura los pensamientos.
He de echar la red que me han dado mis amigos del mundo
Y pescaré los tiburones de las profundidades
Y arponearé los leviatanes de los tesoros de la aventura,
Y me desposaré con la Vida que ya me saluda en la nación del presentimiento.

XXXIV

¿Para qué llegar al Final,
Para que llegar a ningún final
De novelas sucedidas en el reloj de los momentos
Y en la computadora de los climas,
Y en las latitudes del desengaño?
No.
Pongamos el final de lo Nuevo en lo Antiguo,
Y fundamos en Uno lo Diverso.
No hay modas ni las habrá nunca,
No hay hábitos por encima de nuestras convicciones.
Hay que empezar a escribir el “Diario del Descubrimiento”
Con las letras que aprendimos de los demás.
Hay que empezar por saber,
Sabiendo solamente empezar.
( De “Descubrimiento del Viaje”)

IV

GLORIA

La vida, donde cielo y mar se juntan
- digo el sentimiento y el sentido-
es la sustancia de lo perseguido,
el destino que todos se preguntan.

El mar y el cielo infinito apuntan,
escala hacia el reino desconocido,
todo es recuerdo, aunque parece olvido,
todo son dioses que de un Dios despuntan.

La vida es la montaña de la mente,
y cuya superficie es la palabra,
de amor comunicado es su materia.

Todo confluye en su invisible frente,
que la patria del horizonte labra
más allá de la sombra y su miseria.
( De “Poemas de la Luz Invisible”)

VI

Uní tu voz a la del mar,
Dios mío
que cantas más allá de mí, en la entrega.

Derrumbé la muralla
de la oscura soberbia de mi sueño
para encontrarte en mi reflejo mismo,
en la pasión del sol,
en el espejo.

Yo, que solo tu nombre seco
en tu filiación consideraba
mecánica presencia,
en el escombro-grito de mi ausencia,
hallé en tu palabra tu cuerpo
y en tu cuerpo, serena, mi palabra.

VII

Es estrecha la alegría
y cuán desmesurada su verdad.

Qué gruta y qué mina, la esperanza.

En el viaje está la tierra,
en el camino, la alianza,
en la prueba, la amistad,
en el jardín de la intuición, la gloria.

No hay madre que no sea ella,
ni desposada que no la vistiera.

Es ella juventud, alba de pie.
(De “Cristal Sonrisa”)

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