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GABRIEL ÁVILA GONZÁLEZ (Madrid-Madrid-España)

ABORTAR.

Las plantas no quieren tener hijas,
quieren abortar, ruegan al viento
que disperse el polen sobre el mar.

Las plantas odian la primavera
y también el otoño,
odian las abejas y las hormigas

La gente regala flores a las novias,
las novias se aburren y vuelven a ser novias
pero de otros novios.

La gente lleva flores a los muertos,
los muertos se pudren junto a los gusanos
y las flores se pudren junto a las lápidas

Los hombres regalan flores a las mujeres
creyendo que es el sí para
acostarse en la misma cama

La gente huele las flores
igual como se huelen los perros
arrugan la nariz y cierran los ojos.

La gente lleva flores a los enfermos
como si fueran medicinas,
los enfermos y las flores agonizan juntos

La primavera lo llena todo con flores,
inocentes, perfumadas y coloridas,
efímeras y maduras

Algunos hombres salvajes, las cortan con tijeras,
las ponen ante los altares y ahí
mueren de soledad y tristeza

Las abejas y otros bichos
las pican, las chupan, las muerden
como manada de ratas sobre un queso

Las plantas no quieren tener hijas
las plantas quieren abortar
porque abortar es un derecho.

EL ÚLTIMO BANQUETE

El pan estaba manchado por el vino,
un hombre estornudaba sobre la ensalada,
otro escupía algo rescatado
de entre las caries de su dentadura.
Los eructos se escuchaban entre las risotadas,
una mujer escotada se agachaba
para servir el vino, tentando a los hombres
que veían sus pechos bailar.
Un invitado orinaba en un rincón de la mesa
pensando tentar a las mujeres con su pene.
Un perro arrastraba entre las piernas de los hombres a una perra, estaban pegados,
acababan de hacer el amor.
El gato miraba desde el armario
pensando en roer un hueso o disfrutar
de la carne blanda de una rata virgen.
Eran gente pobre que soñaban
con monedas de oro,
ignorantes que no respetaban la ley,
borrachos que cantaban,
con sudores pestilentes, dentaduras amarillas
y vestimentas hipócritas.
Los trozos de carne y tomates,
dejaban huella sobre el mantel.
Y la claridad en las ventanas
les invitó a dormir y la ley les castigó.
Uno fue crucificado,
otro quedó millonario
y un tercero, elegido alcalde.
Una mujer lloraba por el crucificado,
otra reía con el millonario
y la última disfrutaba de la corrupción.
La gente se persignaba rogando
que fuera la última vez
que en ese antro se celebraran cenas
y los demás invitados, como viles cobardes
se escondieron, para siempre
en las páginas de un libro.

LA MUJER QUE BRAMABA

La mujer no lloraba, bramaba,
daba gritos que despertaban a los niños,
los vecinos decidieron alejarla,
le sangraban las piernas,
estaba pálida, los ojos rojos.
Parecía una ballena varada en la playa
las gaviotas guardaban silencio.
Estaba a punto de parir, bramaba,
pero no lloraba, pero a nadie le importó,
los vecinos regalaron los niños
hambrientos y famélicos,
los grandes pájaros los llevaron
colgando del pico como alimento
para los polluelos.
En el fondo de la tierra había zapatos pequeños,
soldaditos de plomo y pan con queso.
La lluvia lavó las piernas de la mujer,
humedeció las conciencias, llenando
de silencio las rondas infantiles, la gente entristeció, la mujer no lloraba, bramaba
Y los vecinos la consolaban,
algunos estaban borrachos,
los juguetes agonizaban de hambre,
la mujer que gritaba abrió los ojos,
todo era pobreza, tomó su revólver,
puso el cañón en su vagina
disparó, después sonrió
y bailó hasta la madrugada.

YO TAMBIÉN

La gente duerme y despierta,
hace el amor y se ducha
besa y se lava la boca,
llora y seca las lagrimas,
sueña y lo olvida
come y defeca
bebe y orina
recibe dinero y lo gasta
grita y calla
lava la ropa y la ensucia
plancha la ropa y la arruga
dice te amo y odia
grita adiós y sueña el regreso,
los niños sueñan ser grandes,
los grandes se ven ancianos,
los ancianos sueñan ser niños,
quién entiende a la raza humana,
¡son estúpidos, todos ustedes son estúpidos!
Yo también.

EL TRIGO

El hombre apretó el cuello de la gallina,
la gallina murió estrangulada,
el hombre puso veneno en el interior del cuerpo,
sonrió y lo dejó en el trigal.
Adiós a los depredadores del trigo,
la gallina fue devorada por el zorro,
el zorro murió envenenado,
su cuerpo lo comió un buitre,
el buitre envenenado
murió destrozado por los colmillos del lobo,
el lobo envenenado
fue engullido por la hiena,
la hiena envenenada terminó su vida
en las mandíbulas del jabalí,
el jabalí envenenado,
antes de morir, fue acribillado por el cazador,
la mujer del cazador,
los hijos del cazador,
la abuela de los hijos del cazador,
los vecinos del cazador,
algunos amigos del cazador y el cazador,
todos, devoraron el jabalí asado,
ahora el trigo crece en un desorden total,
no hay quien lo pueda cuidar.

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