Gracias por leernos

Visit http://www.ipligence.com

Seguidores

ELIANNE SANTIAGO (Toluca-México)

AUSENCIAS

I

En tu mirada
un sueño nostálgico de aves
abriga el verde de los tiempos
siempre en mudanza.
Partir es tu Destino;
tu nombre, un eco al viento
que no consigo completar:
una estampida de amaneceres urge tus pasos,
y breve en mis manos el deseo marchita.

II

No se ama al viento —me digo—
sin destrozarse el alma en la contienda,
porque en su huida no ha de volver los pasos
y su olvido traiciona a las palabras.
No se puede despedir al viento —insisto—
porque su condición todo lo recuerda,
la cicatriz imposible de su abrazo
en la memoria persistente se desangra.

III

Castigo éste de añorar tu rastro de nube,
tu tacto de huracán sobre mi cuerpo
quebrado después de la tormenta.
Hombre vendaval, de nadie eres ni serás,
sólo en tu aliento te consumes,
te perteneces cuanto más lejano.
Y he apostado mi vida por tu ausencia,
espejo vacío donde evoco sin reproche
tu caricia de lumbre en mi rostro.

ARIADNA ENAMORADA

Te pertenezco de ojos vendados:
soy doncella del laberinto que te habita;
llego a ti apenas sostenida por el hilo de mi sangre
para mitigar tu sed de imposibles.

Me interno en tu noche bifurcada por crípticos sonidos,
ecos fantasmales que los muros recuerdan
entre los cientos de galerías que celan tus pasos;
te busco para morir atravesada por el doliente resplandor de tus ojos,
para renacer en la embestida de tu sangre contra la mía,
provocación de un infatigable galope que encabrite el aliento.

Por ese instante en que olvidemos la carne, vía la carne,
he ungido mi pecho, he perfumado mis ansias,
para entregarme a la encrucijada de nuestros destinos
en un pacto de tiernas dentelladas;
para agonizar, lenta y placentera, en la acometida feroz de tu deseo.

Devórame, amor, devórame,
que el tiempo consume ávido,
más deprisa, el bocado de nuestra historia.
Piérdeme en el dédalo indescifrable de tu cuerpo,
y burlemos a las voces que de sal nos reclaman al abrir los ojos del ayer.

Bébeme, amor, recíbeme,
que para ti mana incesante esta herida
y de amaneceres teñirá la piel de pájaros
donde poderosa se debate tu respiración.

Luego, un nombre me habrá de resucitar entre tus labios.

LOS ADIOSES

Llegan los adioses como sueños:
de tan insólitos, irrebatibles.
Nos quedan el silencio próximo
de un cuerpo inventado,
la palabra no dicha,
aguijón de nuestra diaria soledad.

Quedan los sonidos sordos de cada entrega,
la duda permanente
como cicatriz en la mirada.

Quedamos tan sin aire, sin risa;
inmóviles, como niños muertos de miedo.

Sin caminos que alcancen a llegar,
con el peso de las calles a cuestas
y pasos demasiado lentos
ante un tiempo que nos vence.

Quedamos tan sin nosotros,
tan sin rostro, sin nombre;
con los pudimos y las ganas
como únicos compañeros de celda.

Cansados del alma, fríos,
necesitándonos tanto;
con las ansias atragantadas
en un exceso de razón fallida.

Fingiendo que nada ocurre
y que siempre habrá un tiempo
que nos reencuentre
ilusos aún para amores.

Aunque no sea cierto,
se reviente el alma
y el candado de los años
nos sepulte implacable.

AMANECER

Soñé que esperabas abrir un poema
en medio de mi silencio
para desmentir la noche y la distancia,
para con palabras rendir la aflicción
de nuestros cuerpos que tan a solas se aman
con sólo un nombre entre el deseo.

Y aquella ilusión fue promesa
de un mañana que por fin habría de refugiarnos
en la piel de un ocaso dispuesto para nuestras avideces,
arrullados por el festivo enjambre de gorjeos
que antaño custodiara la calle de nuestro andar fugitivos,
uno del otro, en medio de ciegas nocturnidades.

Escuché tu petición en el peñasco de los imposibles,
la vi perderse en picada,
sin temor a olvidarse en algún punto incierto,
a no hallar respuesta;
pero me sabes mejor que el tiempo de mi forja,
sabes que en lo profundo aguarda
la oscurecida sirena que en su estuario de olvidos
te recuerda, la que de tu gemido hace una resonancia
capaz de eternidades para no morir de días enfermos
por tu ausencia, la que mina todo clarear si no fulgura en tus ojos,
la que de lamentos estremece al viento.

Ésta soy, la que en sueños te adivina,
aun cuando lo incierto te niegue un rostro
y un beso te desvanezca entre la niebla
como a un espectro, sin dejar más huella
que tu aroma de fiera en celo.

Oblígame a burlar la pesadilla,
rueda hasta mi sima tu voz para emerger del miedo
de no reconocer más sonido que el llanto con que te di forma.

Recorre esta sombra
y enciéndela con tu aliento hasta que vuele hecha trizas,
feroz, bravía, para conjurar la pavura
y recomenzar un tiempo de amaneceres
en la primera palabra que nos despierte salvos.

MUERTE MÍA

Asoma en el antojo de no abandonar cada mañana el sueño,
donde, complaciente, nos descubre sus verdades
tras símbolos de fugaces guiños y quimeras.

Se deleita en nuestra afición por las ventanas,
en el azar a que la liviandad convida;
en esta gana de no ser más el nombre en un papel
que dé constancia de nuestro sitio en el mundo un día cualquiera,
no el centavo en el bolsillo ni el oropel como disfraz.

Vigilante aguarda
en el ansia de abandonarnos al paso de una nube,
despojados de artificios, convenios y encrucijadas.

En la fecha que olvidamos, se oculta;
en el deseo de parar, de una vez y por todas,
cuando la prisa de la rutina nos emponzoña el ánimo.

Y porque sabe que le amamos,
aviva la añoranza de irnos también en cada cosa que parte
con la piel marchita de los días
entre el ventarrón del tiempo.

Es fiel, mía, nuestra,
esta amorosa muerte que nos reclama suyos
desde el primer vértigo,
en que nos deja grabada la herida de su presencia
como bálsamo contra las soledades.

Única certeza
en medio de esta memoria de ríos turbulentos
donde el alma zozobra en pos de la balsa
que nos retorne al Leteo final de su piedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Con la tecnología de Blogger.

Registro