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JUAN CARLOS VECCHI (Olavarría-Buenos Aires-Argentina)

ATTENZIONE A CHE PORTA

En la casa de la familia Domiciano siempre se ha dicho que esa puerta nunca debería abrirse porque del otro lado la muerte está sentada y espera.
Eso fue lo que dijo el anterior propietario, Don Duilio Moretti, sin quitar los ojos abreviados de la puerta prohibida, momentos antes de cerrar el trato con la familia Domiciano, a efectos de evitar un futuro cargo de conciencia si bien el precio de la venta era similar al de Uganda (subasta del año 1755.).
Durante muchos años nadie abrió aquella puerta aunque más de uno se comía las uñas de las manos y pies, e incluso, de las cuerdas de su charango bonsai las uñas largas enganchadas, el tío artista, de nombre Antolín Domiciano.
Todo esto a modo de pura cháchara porque la historia comienza una noche del año 1898, cuando - y cuando no - , uno de los abuelos (al que le amputaron ambos brazos porque era insoportable su manía de abrazar a todo aquel que se le arrimara), no aguantó más el secreto que la puerta señalada escondía y abrió la puerta de un patadón.
—¡Achalay! –eso fue lo que se escuchó cuando la famélica oscuridad devoró de una sola mordida su encorvada y anciana figura. Luego, un silencio de la santa madre sopló la última letra del senil grito y al siguiente luego, un viento del tipo “portero de edificio de 16 pisos sin ascensor”, cerró violentamente la puerta.
Nunca de los jamases salió de la habitación el abuelo Belisario y por esa trágica circunstancia, la dolida familia Domiciano, a la mañana siguiente, se vio obligada a enterrar, previo velorio sin percepción sensorial, interpretación mental y constelación emocional, a un tal Hedilberto Usre.

SIN PENA NI GLORIA

Rompió el espejo un viernes a la noche, medianochando el desgraciado pronóstico popular.
Otro sábado sin novedades por los cuatro cardinales de la vida; salvo un tal Epifanio Poliya marcando presencia en la sección "Necrológicas Humanas", del diario local.
En la siesta del domingo lo velaron sin pena ni gloria; claro que estuvo Gloria Pérez, el último de sus amores, quien dejó en la sala cuatro o cinco lágrimas secas y un ramo de flores insatisfechas; también marcó tarjeta mortuoria Josecito Pena, empleado de la sala velatoria.
El lunes, durante el entierro, se arrimaron unos pocos: los cuatro o cinco que el martes lo pasaron por las catapultas del olvido.
¡A la miércoles! ¿No eran siete los desgraciados años cuando uno rompe un espejo?

QUIROMANCIA

Con sus ojos seriamente redondos, la mujer leyó la mano temblorosa de Zacarías y predijo con voz de sótano clausurado:
-No se me entusiasme en programar mucha cosa para la semana que viene, Zacarías.
Zacarías desprendió como pudo la mirada gorda de sus manos y después, como pudo II, las retiró de la mano firme de la vidente que las retenía. Zacarías no dijo nada. Como pudo III, se levantó de la silla y desapareció de la extraña habitación como laucha por tirante.
Para el domingo de la semana siguiente, Zacarías seguía vivito y coleando, e incluso sabiendo por qué la médium le había recomendado aquello de no programar nada ya que no encontraba su agenda por ningún lado.

2 comentarios:

  1. Gracias di cuore y felicitaciones por esta hermosa edición anual, Normita.

    Abrazo hecho en VECCHI :)

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  2. Me ha encanto leerle, mucho ingenio y movimiento en sus letras, manera jocosa de ver la muerte,por ende, la vida..
    bendiciones

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