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ANDRES ALDAO (Maalot Tarshija-Alta Galilea-Israel)

CRÓNICA COTIDIANA EN RETIRO

Es como una selva tupida y húmeda sometida a la llovizna maquinal y permanente de las bocanadas de hollín y ceniza. Embriagada por el pasado, Buenos Aires vive siempre renovándose. Es la tierna salvaje de cemento inundada con las súplicas nocturnas que laceran la afonía de la noche. Una y otra vez se envuelve en la vorágine y el llanto de sus calles, arropada en la melancolía de cada esquina, en la evocación y las pasiones que vagabundean entre el ensueño y la vigilia. Desconsuelo perdurable por la lejanía de su urbe (A.A.)

Un día de mediados de marzo había acompañado a un amigo a la estación de micros. Nos despedimos. y yo regresé caminando por el zoco de Retiro gambeteando los puestos y a los caminantes. Al llegar a la entrada del subte C contemplé a un viejo degenerado que llevaba en la mano un billete de dos pesos y le hacía señas a una piba de no más de doce o trece años. Ella se acercó meneándose, la sonrisa concupiscente y sus ojos como dos cavidades moradas. Supuse lo que iba a ocurrir, vi todo violeta, podrido y repulsivo, y allí nomás, al toque, me acerqué y le dije al viejo verdoso:

−¡Che, jovato hijo de puta, dejala ir o te rompo la jeta!

El tipo no se retobó. La piba, con sonrisa tonta y mirada hueca, me preguntó si quería la mamada por un peso. Le dije: ¡Andate!... Y no te quiero ver más por aquí. Me miró como una oveja despistada y no contestó. Se fue caminando... Parecía una zombie, las ojotas aplastadas, los pies con roña de días o semanas, las greñas caídas y balanceando la flacura como si fuera a tumbarse para siempre. Luego se topó con un pendejo cafiolo antes de la veintena, una sonrisa estúpida y desdentada, ojos brillosos, que aspiraba de la bolsita con olor a poxirán...

Contemplándome en un espejo imaginario, me vi como un predicador inservible y evoqué la frase de una querida amiga: "La tristeza camina por mi espalda con sus pies pequeños y fríos...".

Habían pasado algunos días. Me acordé de la piba que vi en Retiro y del viejo desenfundando esos dos pesos como abalorio, como el cebo que le daría un placer sórdido y fugaz.

Me vestí, tomé un cortado y la de grasa en el bar de la esquina de mi casa, y viajé con el colectivo 6 hasta Retiro. Crucé y me interné por el zoco. Imposible caminar, el olor a choripán y el mar de gente que andaba por Retiro me dieron impresión de sordidez.. Fui caminando hacia la estación de los micros. Me dejé deslizar por la cinta transportadora, fui recorriendo las boleterías, luego bajé hacia los andenes. No encontré lo que buscaba...

Salí de la estación y me encaminé hacia la entrada del subte C. Escudriñaba a ambos lados, buscaba a la piba, o al cafiolo que la dirigía, pero nada. Llegué a la entrada, me quedé mirando un rato y decidí volver a Balvanera para disfrutar las horas; últimas horas libres antes de entrar en el remolino laboral de la agencia donde trabajo.

Saqué la tarjeta para pasar el molinete y en aquel momento la vi. Las mismas greñas, arrebujada en un abrigo de mala muerte, los ojos opacos. Toda ella como una nada. Me paré enfrente, entonces pareció reanimarse. Me hizo un gesto obsceno con los labios. Se acercó con aquel contoneo conocido. Miré su cara, el cuerpo desmañado: parecía una muñeca de trapo rescatada de un basural. Sucia, algunos desgarrones en la ropa, los brazos flácidos y caídos y las piernas moradas. ¿Quiere una mamada? Deme un peso y vamo a lo galpone, no hay nadies.

Le hice una seña y comencé a subir: ¿y pa´qué? dijo sorprendida, mientras se ponía a la par. Al subir la escalera ella me preguntó si íbamos a los pajonales de las vías. No le respondí...

Cuando llegamos al zoco le dije: Vení, quiero tomar un café, ¿me acompañás? Creo que allí se abatató... ¿Usté no será de la yuta, diga? Por favó, no me lleve... así me gano la vida ¿vio? El pequeño macrô revoloteaba alrededor de la mesa del bar contemplándonos con cara estúpida.

Le hice tomar un café con leche con una factura. ¿Cómo te llamás? le pregunté. Pa´qué quiere saber... Murmuró su nombre, Juanita. Deme un faso. Le dije que no fumo y le pregunté la edad: trece año. ¿Parezco má, no? Cuando terminó le pedí que viniese conmigo. Preguntó si iríamos al galpón del Mitre...

−Escuchame, Juanita... Quiero hablar con vos, no quiero ir al galpón... ¿sabés?

−Y pa´qué quiere hablar con Juanita, si io soy nadies, ¿sabe?

Me siguió y nos sentamos en un banco de la Plaza San Martín. En el camino le hice lavar la cara en un bebedero. ¿Y pa´qué, se puede saber? Algunos paseantes respetables me junaban con jeta indignada...

Durante dos horas Juanita me contó a los saltos una historia sombría, de promiscuidad e infortunio. Al principio me decía: No viá contarle nada...mi vida e fea...soy una pavota...pa´qué quiere que le cuente, eh? diga, don, ¿pa´qué...?
Luego, con miedo, como si las palabras fuesen agujas clavadas en su flacura, fue relatando, incoherente y apática, la breve historia de su vida.

No, no tengo padre, no sé quién e.... Nunca lo conocí. Tenemo al padrasto, somo ocho hermano. Nelly, la grande, se fue y no volvió ma, sabe? Laburaba en la calle... Manuel, el padrasto, la mandó a trabajar de puta. Le sacaba la plata y a la noche dormía con ella. Ahora no está má... No, no sabemo nada e ella. Hace un tiempo, una noche el guacho me sacó de la cama y tuve que mamarla, vio? y dispué me la metió... me sangró toda, yo gritaba y lloraba pero mi vieja no dijo nada. Ca´pá que tenía susto. Despué me mandó a Retiro. El Beto e el sobrino, un hijo e´ puta... e un cafiolo, me vigila y me faja, me saca la plata. A la die de la mañana estoy en Retiro, a la busca... Hay día que hago entre veinte a treinta peso... Sí, todo los día meno el domingo... Porque lo sábado trabajo hasta la tre o cuatro de la maniana... dormimo todo en la piessa, vio? No tenemo banio ni agua, Manuel chupa vino, se mama toda la plata. Sí, tengo mucho cliente, a vece me suben a lo camione, tengo tassista que me yevan y me dan do peso. No, no me gusta hacer eso pero ¿qué quiere que haga, don? ¿El cole? Fui al cole un anio, algo sé, vio? No me siento triste, e como me dice mi mama, soy una turrita, soy nadies y no puedo hacé nada...vio? El Beto me da la pastita... el pomo, el snife, sabe? Dispué se me va la tristeza...me siento dormida, no duele nada...¿si tuve juguete...? ¿´ta borracho uste?... nunca tuve, no sspero nada no conossco otra cosa... el rancho, mi hermanito, la vieja y Manolo el curda... ¿Ropa? si lo que encontramo tirado por ái.. Miro a pibitas como io que andan de paseo con lo viejos y digo yo: so gila Juanita, y me garra una trisstesa... dispué le pido el tubito a Beto o me compro uno, un snife largo y se pasa todo, vio?

Hacia el final se quebró echándose a hipar. Se limpió los mocos y las lágrimas. Después frotó sus ojos que develaron un mísero brillo. Respiré hondo. Me sentía como un mosquito. Juanita se fue borrando a paso tardo, regresaba a la rutina, a su caída al pozo. Era la vía crucis desde la villa de Benedetti a Retiro, ida y vuelta. Era la degradación y la droga. Sólo trece años y ya está muerta.

1 comentario:

  1. Traigo aplausos, excelso escritor e inmenso ser humano. Como suele acontecer cuando te leo, me curvo en una reverencia ante tu ingenio y arte.
    Desde Lisboa te mando besos llenos de besos.
    Con respeto, admiración y afecto.

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