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LINA ZERÓN (México DF-México)

MUCHO MACHO

"¡Se que este encuentro lo estabas deseando desde hace dos años!" Dijo al tomar mi mano. Yo reía por dentro. Llegamos a mi departamento, medio nos desvestimos y digo medio porque él no podía quitarse los pantalones ya que no se sacó primero los zapatos y yo tenía frío. Ya en la cama exigía con voz decidida y varonil: ¡"úsame, utilízame, soy todo tuyo. Date gusto conmigo que para eso estoy, para complacerte, para que goces"! Como es costumbre, puse un caset de música variada. Eran buenas rolas, de todos los tiempos, Doords, Santana, Roling Stone y alguna que otra colada. Él escuchaba deleitado aquello recordando nuestros años de adolescentes. Me besaba la oreja izquierda, el cuello, los pezones, tratando de provocarse una erección pero el elevador no quería subir a ningún piso, permanecía en planta baja. Por fin, después de media hora, el temor a poseerme se alejó penetrando como tallo de girasol cortado hace varios días, pero alcanzando la meta de encontrarse en el subterráneo cuando en ese instante se escuchó la voz de Paquita la del barrio: "Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho". Quedó estupefacto ante la canción y yo que comienzo a reírme. Se hizo a un lado y me dijo muy tajante: "a cualquiera se le corta la inspiración con esa clase de música que escuchas”. Le ofrecí una disculpa y comencé a besarle el pecho y más abajo para compensarlo. Por segunda vez trató de concentrarse, yo no pude alcanzar la grabadora para dar fin a la melodía que continuaba ahí en la atmósfera erótica. Él luchaba por mantener la dignidad de macho en alto y yo por no reírme y acaso sentir algo, de pronto subió el tono de la voz de la cantante: "Rata de dos patas, te estoy hablando a ti, porque un bicho rastrero, aun siendo el más maldito, comparado contigo, se queda muuuy chiquitoooo". Solté una carcajada que seguro se escuchó hasta la tienda de enfrente. No podía dejar de reírme. Molesto me pidió apagara “esa porquería” ya que no le permitía actuar como era debido. Extraje el caset. Continuaba con una risita leve procurando no me viera, me levanté al baño, regresé y le hice cosquillas. Se sonrió conmigo para luego decirme: "no es que no pueda, es que tu música no ayuda en nada". Pobre machito, si no era la música sino demasiada hembra para él. Lo único que podía levantar eran los ojos para mirar mi expresión; nada más se elevaba en su cuerpo. No podía; y él que me recriminó que no deseara comprar crema chantilly para untármela en todo el relieve y retirarla con la lengua. De haber sabido hubiera adquirido mejor un viagra. Una hora más tarde, cuando medio pudo, yo ya estaba más fría que un glaciar y ni un gemido me arrancó. Avanzada la noche decidió no irse a su casa. Me había sacado el premio mayor, según él. Se quedaría conmigo a dormir, no sin antes advertirme: "ronco". A muy deshoras, me abrazó y tuvo que aclararme por si acaso: "no te enamores de mi, ni lo pienses, no te conviene quererme, te lo prohíbo". Lo miré con el filito del ojo derecho y pensé: "Gordo, feo, presumido, patán, divo, egocentrista, cabrón, medio impotente y medio maricón, ¿Qué hace aquí en mi cama? Hice dos pases mágicos, soplé fuerte sobre su cara y en su lugar apareció un chileno hermoso que recién había conocido tres días antes, me abracé a su marcado torso para despertar un mes después en la ratonera de su casa cenando con Paquita la del Barrio.

LA LUNA EN SUBASTA

Hoy compré una tremenda luna, aquí, en el jardín de la Torre Eiffel, esta noche se veía tan grande como la boca de la cueva donde vivo. Bueno, no la compré realmente; la conseguí en una subasta. Una rusa la quería porque ha perdido todo ánimo por bailar y cree que sólo cuando la mira lo puede hacer; ofreció un trozo siberiano de espectaculares auroras boreales. También la deseaba un chico brasileño, dice que mezclada con coco y papaya es deliciosa y produce unas erecciones del tamaño de un cohete espacial, daba a cambio la receta completa, éste hombre casi se la lleva. También la quería un cholito de Piura, él esta seguro que las limpias de los brujos son mucho más efectivas si te embarras primero la luna por todo el cuerpo, que desaparecen las malas vibraciones y nadie puede hacerte daño ya que la luz que deja colgando de la piel es tan fuerte que ahuyenta al más bravo de los espíritus, la canjearía por una lista de espantos de todo tipo.

Casi me ganan la Luna estos tres contrincantes pero hice alarde de mi experiencia, por eso me la llevé. Tuve que sobornar un poco al seboruco que dirige el remate, aquí entre nos, mi enamorado. Me pinté unas grandes ojeras azules que hacen contraste con un lunar violeta que tengo junto a la boca, debía persuadirlo de alguna manera porque es incorruptible; le conté al oído que sin la luna desaparecerían los caudales que ve en mis ojos cuando charlamos y si me la otorgaba hasta podría venir a besarla cuando quisiera. El no puede dormir sin darle un beso antes de irse a la cama. Le dije que la pondría ahí, justo donde estaba el lunar.

Mi oferta fue irresistible. Me la eché a la bolsa con esto. Sé que me costará una fortuna en besos pero lo que el brasileño daba a cambio no era nada despreciable. ¿Pero para qué quiere un seboruco una erección del tamaño de un cohete sino tiene con quien compartirla? ¿O un trozo de Siberia o un montón de hechizos? Así que he comprometido el lunar junto a mis labios durante 1560 lunas llenas.

Por fin visitaré al ermitaño que vive donde no existen lunas llenas, se las voy a vender de a poquitos, él necesita el brillo de la luna como tinta y sé que ya casi, casi se le acaba. Se las iré dando a cambio de las cartas de amor que escribe. Las quiero para conquistar a tanta piedrita que protege a ese gran ogro de Saturno a quien debo convencer que devuelva el color ámbar que le arrebató a mis ojos el día aquel que me sorprendió bramando con el seboruco habiéndole prometido mis suspiros a él.

HIERBA BUENA

Sabía que iba a tomarle una tarde entera digerir los garbanzos ese jueves lluvioso de junio, lo peor de todo era la sensación constante de fuego en el estómago. Imploraba al cielo le enviara algo que le eliminara para siempre el malestar. La sugerencia general fue caminar hasta el mercado de remedios, comprar una ramita de hierbabuena y mordisquearla durante treinta minutos, tragarla y esperar el milagro. El quiosquero, un hombre gentil y siempre dispuesto a ayudar, le regaló cincuenta ramitas nutridas de hojas de hierbabuena envueltas en papel celofán, amarradas con un cordón de seda rojo. Iba tan absorta desatándolo para consumirlas que no sintió la humedad sobre su cuerpo producida por la prematura temporada de lluvias. Al llegar al crucero, atravesó donde tres avenidas dan vuelta a la rotonda de los hombres ilustres, sin voltear a ver la luz del semáforo que estaba en rojo para ella, un automóvil negro de anchas defensas e interiores blancos derrapó en el pavimento mojado haciéndola volar como mariposa en éxodo. Las ramitas de hierbabuena cayeron una a una sobre el desfallecido cuerpo de la joven. El niño payaso que se ganaba la vida como malabarista en la glorieta más famosa, hizo un paréntesis en su arduo trabajo e inauguró un pequeño negocio de un día: “¡A dos pesos la ramita de hierbabuena!”.

UTILIDAD DE LAS MATEMÁTICAS

Después de veinte años de casada, cinco hijos y 3 años de estudios en el Postgrado de la UNAM, hoy obtuvo Rosita la Maestría en Matemáticas, cosa que a Jorge, su marido, le tiene sin cuidado.

Pasado un tiempo, fueron a celebrar a la playa un nuevo contrato de su esposo y mientras caminaban, Rosita pensaba en la utilidad de las matemáticas:

2000 metros de horizonte
300 metros de profundidad
5 grados de temperatura.

Bastarían 7 minutos para que su marido se ahogara en el mar.


DECLARACIÓN ABSURDA

El domingo pasado fui invitada a la boda de una buena amiga y cuando escuché decir: “Por el poder que me confiere el Estado, en mi calidad de Juez primero de lo civil, los declaro Marido y Mujer”, me quedé pensando: “Y antes de que un Juez nos declare Mujeres, ¿qué hemos sido todo el tiempo?”

SOLUCIÓN ETERNA

Adán, aburrido del tedio y harto del olor que despedía tanta fruta tirada en el paraíso, se incorporó del árbol donde descansaba y le dijo a Eva:
“¿¡qué no puedes limpiar un poco!?”
Al día siguiente, Eva le dio a comer una manzana.

DUDA DE COLOR

Aquella noche la niña despertó en la madrugada y se dirigió al cuarto de sus padres, se acercó a su mamá y le preguntó: ¿si Dios no hubiera pintado de negro las bajas pasiones, las dudas inquisitivas, los malos pensamientos, el duelo, la conciencia intranquila, el alma atormentada, y la mugre?. Si todo eso lo hubiera teñido de rosa, verde o azul. ¿Yo no sufriría tanta discriminación por el color de mi piel?

MAQUILLAJE PERFECTO

Escoger un vestido nuevo es como convencer a la gente que se disperse cuando alguien ha brincado del quinto piso para cometer suicidio. Limpiar el alma para volver a verte fue como perdonar a un viejo guerrillero que arrasó con tu casa. Encontrar el maquillaje perfecto para lucir más joven es como poner en orden los pensamientos y saber que el café en los párpados da sensación de profundidad a la mirada y el blanco la resplandece aunque no quite las líneas que merodean los ojos.

Lustré mi calzado, manicuré mis uñas, hice una trenza al cabello rizado. Bien delineados ojos y labios, pintados boca y párpados, aceite de almendras de cabeza a pies, un collar azul de cristal austriaco. Llegamos al cuarto de hotel.

Mi vestido revuelto con tus jeans. No reparaste en mis pantaletas de encaje ni el liguero rojo. El collar rodó por el suelo. Deshiciste mi trenza y desapareció el labial con tus besos…

Hoy huelo a ti. El espejo no devuelve mi silueta, estoy por completo borrada, sólo brillan mis ojos donde te reflejaste ayer.

UN GRAN PAÍS

Vivo en un país tan grande que todo queda lejos
la educación,
la comida,
la salud,
la vivienda.

Tan extenso es mi país
que la justicia no alcanza para todos.

MORADAS MARIPOSAS

Fui semilla de sol plantada en la tierra,
parida por un tornado de agua,
entre polvo estelar y alarido de colores.

Yo quería nacer mariposa,
águila
y que me crecieran doradas plumas,
pero nací higuera de enormes raíces
y me salieron ramas
y de las ramas hojas
y me nacieron ojos en la corteza.

De las hojas brotaron palomas,
acunaron suspiros mis rojos dedos,
mis manos abanicaron tinieblas
y probé la manzana del Edén.

Supe del sabor de la sangre,
me punzaron los huesos,
y aprendí a llorar con mi sombra,
y a cargar la cruz del fruto de María,
pero también probé la miel sagrada de la rosa,
la carne del cordero,
tuve sangre virgen en las venas
y entre mis piernas el jugo de Adán corrió.

Mi vientre parió moradas mariposas
que alimenté con savia pura de abeja
y me convertí en olmo
para defender los frutos
y ni sequías
ni tempestades
arrancaron mi tronco de la tierra.

Cantaron muchas primaveras con sus inviernos,
maduraron los higos y a la vida cayeron,
se olvidaron de este árbol
y desnudas quedaron mis ramas.


Dejé de ser higuera y olmo,
me crecieron alas
y en las plumas colores
y en los colores agua
y me convertí en pez–golondrina.

Mis lágrimas humedecen las escamas
y los suspiros hacen volar mis alas
cuando veo las semillas que mis frutos dieron.

Soy feliz de haber nacido higuera,
volverme olmo
y ahora ser pez–golondrina
sin nido fijo y sin cadenas.

LETANÍA

Benditas las mujeres que protegen el fruto de su vientre
asumiendo la parábola de su belleza bajo un delantal,
aquellas que lavan su rostro con el manto de la rutina
y aprenden a alzar la voz, aunque sólo se tenga la voz.

Benditas las mujeres que arrastran la cruz de impuras
regando su futuro con lágrimas de ausencias
aquellas que encuentran purificación
en el agua de cualquier río
y tejen amores dispersos en el manar del tiempo.

Benditas las mujeres que se enamoran,
las hechiceras de la noche,
las que comparten el fuego de las bodas del cuerpo
en la consagración de la piel.

Benditas las que gritan lo que el corazón profesa
las que escuchan y las que defienden su palabra
las que ocultar deben sus pasiones verdaderas
sobreviviendo como agua estancada y triste.

Benditas las que abrasan su nido vacío
y reviven cada noche el éxodo desde su origen.

Benditas las que son tormenta, río sin cauce,
a las que llaman locas, revoltosas,
liberadas, feministas,
y son capaces de atropellar al viento con una mirada.

Benditas las hembras con fracturas y con fragmentos.
Benditas Nosotras, matriz del universo.

AHÍ, DONDE

En la blanda cavidad de mi cuerpo,

ardes.

En el espacio donde impera la noche,

tiemblas.

En las sombras donde los dementes clemencia piden,

te arrodillas.
En la profundidad del sueño roto,

apareces.

En nombre del Maestro que llegó a salvarnos,

imploras.

Ahí, donde el olvido a jirones llega,

palpitas.

Ahí, donde tu memoria no tiene sosiego,

existo.
Ahí donde el alma absorta se ciñe uno a uno,

yacemos juntos.

Ahí donde mi corazón oprimo
antes de que el llanto llegue
y me avergüence,
te desconozco.
Ahí, donde mi delgado silencio te interroga,
te perdono.


LA CASA

Llegó el momento de partir
el hogar en dos.

Bien:
comencemos por los rincones donde las arañas
tejieron también su historia.
Hablemos de los muros y sus cuadros.
¿Cuál eliges?
¿El del día de la boda,
el retrato de la niña
o el de vacaciones en verano?
Quiero el antiguo bodegón
para recordar las comidas familiares.

Mira la casa:
permanece ahí de pié
pero sin alma.

¿Con cuál alcoba deseas quedarte?
¿Aquella donde los gemidos
algunas vez fueron música perfecta?
¿O el cuarto azul
donde echó raíces la cuna para siempre?
¿O el jardín
donde todavía se columpian las sonrisas?

Deseo la terraza,
esa roja plataforma de minúsculos ladrillos
donde lluvias y palomas encontraron su refugio,
donde todavía transpiran las estrellas
y no hay sombra que oculte los engaños.
Te regalo los espejos
saturados de susurros, ecos familiares,
desfigurados rostros
que hoy se desangran en reproches.

Pero tienes razón:
tal vez aquí ya nada nos retenga.
A la frontera tal vez llegamos
entre el amor que vacila y las cenizas.

Viéndolo bien,
no puedo partir en dos la casa,
te la regalo toda
con todo y promesas de futuros sublimes.

Como cortinas viejas
te regalo lo que queda,
este sombrío cielo
y este desvencijado viento
que dejaste al cerrar la puerta principal.

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