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OFELIA PEREYRA NADAL (CABA-Buenos Aires-Argentina)

“DETENER EL TIEMPO”

Y quise detener el tiempo
afincado en tu mirada;
oropel en la tarde otoñal
para retener en la piel
los aromas del ocaso;
pinté con los grises azulados
los vientos invernales
para peinar las pestañas
que ocultaban los ojos claros;
con la fragancia de los jazmines
cubrí los senderos
que me llevarían a tu boca
para decir las palabras mágicas
desenvolviendo la primavera;
pero ese tiempo siguió
sagaz e indolente
llevándose los años jóvenes.
Y la carne se ajó
como el suelo reseco del estío;
las páginas de almanaque
se volvieron golondrinas,
emigraron a otras tierras
con la carga de las pupilas
ensamblada en los colores de la tarde.
Y regó la tierra virgen
con el caudal de sus lágrimas;
florecieron otros jazmines
como luciérnagas en la noche,
desde la rama de un árbol
eclipsaba los sueños
de los enamorados.
Pero el tiempo no se detuvo,
no pude guardar los suspiros,
se mutaron los anhelos
y en la mirada de niña
amalgamé los recuerdos
aunque ya no estaban afincados
en el mar de tu mirada.

“COMO EL AGUA”

Entraste en mí
a través de las pupilas,
me recorriste íntegra
como una catarata
con sus aguas vertiginosas
acariciando mis entrañas.
Purificaste mi alma
con el dulce líquido
de tus lágrimas
se llenaron mis caminos
de soles amanecidos
como en un otoño crepuscular
o en una primavera
de luna creciente.
Se regaron mis montañas
con la ágil lluvia
de tu mirada,
la brisa nocturnal
peinó mis cabellos
cuando danzantes
se enredaron en tu cuello.
Te clavaste en mi corazón
como una flecha de cupido
mas al sacarla de allí
sangró como un volcán
y regó tus sienes
con tréboles de esperanza.
Así como entraste un día
a través de las pupilas,
te fuiste otro día
en el ala de un suspiro.

“LA PALABRA”

Amanecí con una lluvia de palabras
mojándome el alma acongojada
sonaban como el canto alegre del jilguero;
me acariciaban los oídos extasiados
una melodía cautivante y hechicera;
me mecía como una hoja al viento
en un torrente inacabable de sonidos;
húmedo de nostalgia el pensamiento
anidó en el corazón dormido;
el ensueño de la tarde rojiza
sobre un aire de melancolía
con las manos abiertas al cielo
tuve la llama dorada del tiempo,
el sabor de las cosas amargas
fueron miel en los labios secretos;
el silencio fugaz de la noche
se hizo luz en unos ojos serenos
al compás armonioso de las olas
el verbo hizo gala de todas sus ansias
y se mostró completo al universo
y volvió a amanecer en otra instancia
exhalando amor en un suspiro.

“LLUVIA”

El cielo clamaba clemencia,
se lanzó estrepitosa
en una cortina impertinente
obnubilando toda vista,
se mecían los árboles
con el canto incesante
de gotas atrevidas
buscando amalgamarse
con la danza del río.
El cielo sollozó tranquilo
escurriéndose entre las ramas,
las hojas lo abrazaron
para contener su melancolía
y la tierra bebió incansable
la inmensa tristeza;
las raíces trémulas
sacudieron las entrañas
y al nacer un nuevo día,
flores de nácar jugaban
sobre tus labios candorosos
escondiéndose en tu sonrisa.

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