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JUANITA POCHET CALA (Santiago de Cuba-Cuba)

LA POSESIÓN

Experimentaba desde el lecho todos los ritmos de la vida con sus ojos enterrados en el firmamento. Un nuevo episodio se presentaba, al principio no le daba importancia, luego empezó a sentirse atrapada, el pecho agitado, sensaciones extraordinarias la sacudían.
Era noche larga y se vio dando vueltas de un sitio a otro en ese diminuto espacio, la ventana abierta, apenas un simple movimiento en la cortina transparentada, allí afuera, en lo alto el cielo estrellado, unas luces más fuertes que otra, la luna grande, abierta, desgarrándola con toda su luz, penetrándola toda.
Pasa una toalla mojada sobre la frente. Tiene el cuerpo sudado, el alma…vuelve la mirada al manto celestial, devorándolo, dejándose devorar caída sobre la cama.
Extrañas sensaciones la invadían, una vocecita la hacía estremecer. Cuando cerraba los ojos, apretándolos fuerte, veía burbujas en colores colgadas a una nube y una mano extendida…
Ese día decidió meterse temprano a la cama, dejó la ventana abierta mucho más que otras veces, acomodó bien las sábanas, ubicó un vaso de agua sobre la mesita de luz, sacó toda la ropa del cuerpo y quedó extendida sobre la cama. Criatura recién llegada al mundo desnudez en la desnudez para la noche que entraba. Había decidido el salto.
Era la comunión y el llamado desde otras latitudes, empezaba a recuperar fuerzas en las alas, se sintió suspendida y voló, sintió la mano que la asía, los brazos que cada noche se abrían, esta vez diferente, la sostenían, dominaba todo su ser.
¿Acaso es esto paraíso? Divinidad si se trata del infierno. ¿Acto de ángel travieso? ¿La otra cara el diablo? Qué dulce sensación si es infierno.
Sobre el blando pasillo era conducida suavemente, gacela mansa se dejó llevar.
Le vio hacer de sus alas un nido, para tenderla despacio, para empezar a besar cada punta del cuerpo. Ella sentía ligeros temblores, su lengua la atravesaba, cosquilleaba cada hendija, jugueteaba, entraba a su boca ofreciéndole de su agua, salía y volvía con cargas de luces. Fue entonces cuando descubrió a Orión en uno de sus guiños y se dejó hacer. Los senos se elevaron mezclados con el tic tac del agitado pecho. Otra vez y otras muchas, la lengua entre sus piernas para dibujar avenidas, para hacer nuevos caminos, fue allí en que el ángel se detuvo, las abrió como un abanico, mucho más, para penetrarse, para hacerse sentir, ella emitió un grito de satisfacción, ambos se contemplaron en el espejo de la luna, ella quedó anclada, embebida, el dominio del ángel la había transformado.
Había escapado del mundo de los hombres.

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