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ARTURO BORRA (Valencia-España)

CALIGRAFÍAS

No es un decir: empiezo y
otra vez continúo
los oficios de la ceguera/ aquellos
ciegos oficios expandidos por la gravidez
de lo mínimo.

No es un decir: me invento en la sombra
de lo conocido/ en los saltos sin red
a ninguna parte que son las partes/ aquellas
que me disgregan/ y me aplastan
o las que resbalaron y se rieron o me enterraron sin
preguntarme dónde cómo yo estaba queriendo
nacer en los verbos/ en la gracia o en la caída
que me narra tantos años/ tanto silencio
ah mirada mía que quiso seguir
buscando cuando el dolor ya la había encontrado.

Es hacer con la dicción/ decir lo que no es
un decir solemne desde los ejercicios/ la gimnástica
no importa si virtuosa circunspecta sempiterna/ no
es más que estallido de vacío/ tiempo
que me desterraron de mí mismo
y sin regreso porque no había sitio más
que en las afueras del vocablo.

Golpeé
sin que importara la medida de la fractura
la mensura de los cortes que prosiguen la corriente
tan límpida/ tan digerible
que hasta maldice y se consagra
a los epígonos.

Y quise decir
esta palabra suena cansada sombría
-y a veces lamento ese sonido de la noche
aturdiendo mis manos-
pero es también una manta
y no me la arranca nadie/ quizás
el colapso de los huesos/
esta palabra que no me la roba nadie
quizás la sed/ tanta sed/ tanta súplica
que agoniza a mis pies
y las heridas solas
y los precipicios
pero nadie que no sea nada
el bastión final en el que seguiré
preguntando -y pregunto todavía
por quienes escuchan en las horas diminutas-
allí donde se apagan los pájaros
sin altura que no sea
nulidad donde se agitan
los soles
aunque ya no haya signos ni más
que madrugada
sorprendiendo la sangre que destiñe
irrevocablemente
mis caligrafías.

DEUDA MATERNA

Te debo la luz, el pasaje a la intemperie, matriz
de mis raíces, matriz del desamparo
y los azares que nos arrastran
a la memoria de otro tiempo.

El asombro, los árboles
talados desde tan temprano, el fruto desgajado
en las fracturas de una infancia
trunca.

El espanto, la promesa
raída de las mantas, el cielo insinuado
algunas tardes de domingo, el cielo matriz
de la apertura, la luz de septiembre
bañando las raíces, tanta infancia
alzada en sacrificio.

Te debo esta perpetua deuda con la noche, los otros
nombres pendientes, aquellas habitaciones
de una dulzura en la maleza que creció
dentro, este cielo caído, arboleda insomne
que agita la intemperie –y deshoja
las deudas.

OTRA VEZ

Mira otra vez –desde siempre-
la noche. Después del viaje, nada
evita la lejanía.

Y mira el mar
des-
habitado
y en las orillas pregunta
–otra vez, desde siempre-
por las horas abandonadas
que insisten
como las olas.

OTRA EXTRANJERÍA

Se obstina la sombra en saltar a su acompañante,
en desandar el límite de una nostalgia
que vacila en aquello que nunca tuvo.

Ya no un exilio que insinúa su consuelo en el regreso
ni la diáspora que busca su alivio en el amanecer
-cuando una tabla avizora la dulzura de la orilla.

Otra lejanía, pliegue
de una geografía
en la que se esconde otra forma de destierro;
nudo resistente a las fronteras, pie desposeído,
tajo en la arteria del éxodo.

Otra extranjería,
playa herida en una patria de harapos,
llama que derrite lo eternamente austral,
más allá de las tierras de fuego,
cuando sólo permanece
una distancia cardinal imantada por el espejismo,
donde la línea escapa
dibujando su horizonte.

MIEL IMPOSIBLE

En todo anhelo hay
enjambres ávidos de una miel
imposible.

La colmena desafía
ese batir ciego que poliniza
el desierto.

2 comentarios:

  1. Había dejado antes un comentario, pero se ha esfumado. (???).
    Decía que me han gustado, realmente.Son muy buenos. Felicidades, sigue.

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