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CARLOS ESTEBAN CANA (Bayamón-Puerto Rico)

HEXAGRAMA NÚMERO 25

Quería hablar con ella, pero no me contesta. Bueno, dicen por ahí que el silencio puede contar como respuesta. Así que decidí abrir el I Ching. Ese libro que tantas veces han tomado como oráculo adivinatorio. Yo, en cambio, prefiero adherirme al pensamiento del alemán Richard Wilhelm, que lo consideraba un libro de sabiduría del pensamiento chino antiguo.

Y es que desde un tiempo para acá había estado consultando frecuentemente al llamado Libro de las mutaciones. Está de más que reconozca a este punto que me ha dicho de todo; me ha aconsejado, no pocas veces he recibido su consuelo, y en ocasiones interpreto sin remedio que me ha propinado sendos regaños.

Hace un rato, pensando en tu mamá (en todo lo que he vivido con ella y –tengo que reconocerlo- en lo que vendrá) lo consulté. Pero esta vez lancé las monedas con lentitud y cierto hálito de tristeza, como nunca lo había hecho.

El ritual inició y los seis lanzamientos dieron un resultado totalmente invariable, es decir, que cada una de las líneas que salieron son inmutables. Vale la pena aclarar que la finalidad de las líneas es la de representar los principios fundamentales de la existencia.

Cuando busqué el significado de los dos trigramas (el superior con tres líneas yang o enteras, y el inferior con una entera como base y encima dos líneas yin o partidas) resultó que el primero significaba el cielo, lo creativo; y el segundo, que según el milenario texto asemeja un tazón descubierto, simbolizaba el trueno o lo excitante.

El hexagrama resultante (la suma de esos dos trigramas o las seis líneas) fue el Wu Wang: Lo Inesperado. Yo, en realidad, he tomado la costumbre de no dejarme llevar tanto por los títulos. Sucede que cuando inicias la lectura piensas que te llevarán a una dirección, y resulta que, en cambio, te llevan a otra.

Todo es fresco y activo me dice acerca del trigama inferior, el Trueno. Y la fuerza del universo está dentro de ti, indica en relación al Cielo. La imagen, porque siempre aparece una ilustración de lo más curiosa, es un dragón en el cielo sereno que intenta volar alto para protegerse del trueno.

Y aunque la explicación del rey Wen me animaba a actuar con desinterés y transparencia de intenciones, las líneas en este “Cielo sobre el Trueno” llamaban mi atención a la sencillez, a la naturaleza inocente y a la confianza. Lo anterior no culminaba en dicha sentencia sino que añadía algo más. Lo cierto es que el hexagrama también reconocía que en un mundo dominado por la astucia y la hipocresía este consejo, en apariencia, podía carecer de sentido. De lo que se trataba –aclaraba- era de adecuar la respuesta a leyes que son válidas para todos los tiempos.

Sin embargo el significado fundamental en la primera página –que había pasado por alto- era más tajante: Sólo si te preocupas de tu evolución espiritual y te comportas de modo honesto y equilibrado obtendrás lo que deseas. De lo contrario te encontrarás con muchos obstáculos en tu camino.

DE RAÍZ

Ella conocía muy bien el secreto de las vidas pasadas. Había logrado pasar de una encarnación a otra reteniendo conocimientos universales. Sin lugar a dudas ella era un alma adelantada.

De su madre actual sabía que en el siglo XVI fueron muy buenas amigas. Del doloroso tormento que resultó ser el hombre que la dejó en el altar conocía que habían participado en la guerra de Sebastopol; que casi se trataron como hermanos y se cuidaron lo más que les fue posible en las duras y encarnizadas batallas. Sin embargo el enemigo era astuto entre las tupidas veredas verdes; su compañero del alma cayó abatido. La pena fue tan honda como el llanto de David cuando murió Jonathan.

De mí que fui su pareja por un año, me dijo, casi cuando se cumplía nuestro aniversario, que en otra existencia fui su infante querido y, añadió, que esta vez no quería tener hijos. Por eso cortó de raíz la relación.

SECRETO

Aquel abanico en las manos de mi amada desconcierta a mi amigo. Con voz trémula pregunta acerca de la procedencia del mismo. Y sé por qué lo hace. Había reconocido aquella antigüedad que perdió Emma Bovary en uno de sus viajes, y que luego heredó Anna Karenina de forma accidental antes de su trágico final.

Algo ansioso, Navokov, frunce el cejo en espera de mi respuesta, mientras yo, indolente a su reclamo, prefiero guardar el secreto y permanecer en silencio.

NI PIE NI PISADA...

Le tomó tiempo pero al final Leda logró soltarse de los yunques que le había amarrado a cada pie cuando la colgué del Olimpo. Y aunque ahora, en los umbrales de este siglo, no tiene motivo por qué alarmarse pues, a estas alturas, un veterano como yo no anda practicando los “deportes” que tanto le angustiaban. Ella, terca como es, sin embargo, no descansa.

Leda se la pasa todos los días escrutando mi presencia en las redes sociales. Escribe mi nombre entre comillas en el buscador de google. Hasta en la calle le da por pelear porque miro o dejo de mirar. Como dicen coloquialmente: no me pierde ni pie ni pisada. Ya me estoy preparando para el encuentro con mis hermanos. De seguro que cuando le cuente a Posidón, bravo como es con todo y tridente, y al calenturiento Hades, no me lo van a creer y a carcajada limpia se van a burlar de mí.

DIGNA DE OTRO PREMIO

En cierta candente latitud caribeña, la flamante escritora que siempre ocupaba titulares por escribir para premios, hacía un solemne y templado llamado al silencio, mientras recibía, en esos días y al otro lado del hemisferio, un prestigioso reconocimiento internacional por su excelso poder de convocatoria.

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