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NORBERTO CID (CABA-Buenos Aires-Argentina)

MORIR A LOS 50

No importa la hora.
Puede ser las siete y treinta, como las tres de la mañana.
Siempre desgreñado al alba y pálido por la medianoche. Calzado en silencios, arrumbado en una mesa de café, dientes feroces, voces roncas, se presentan día a día, exhausto de sus trabajos forzosos, de su cansancio de caminar en busca de un trabajo.
Conversaciones de deseos, de sueños, pequeños sueños que sólo pretenden un techo y un plato de comida, como un tiempo ocupado para no sentir cómo se desgrana la dignidad del hombre. Sólo eso.
La noche preñada de palabras, dócil y sombría, espera un llamado a tantas presentaciones olvidadas en un cesto al irse de cada entrevista. Es que acá –mi país- tener más de 50 años, significa estar condenado a la nada, porque, ya te consideran muerto.
Hunde la mano en el saco aun cuidado y extrae los últimos cigarrillos, el humo lo envuelve como si estuviera en un sueño, un sueño de vida, que huele a muerte en vida.
Buscar denodadamente un empleo es un trabajo forzoso. Ya que es “casi” inhumano caminar y caminar con las tripas rechinando por un pedazo de pan, y a la vez sentir que aún tenés fuerzas, inteligencia, experiencia y conocimientos para enseñar.
Pero el día se hace negro, de un negro espeso, parecido al humo del carbón. Los sueños y esperanzas se van quebrando como una mica a medida que pasan las horas de espera. El cansancio de no hacer, duele más que el cansancio de hacer.
Desocupado. Sólo con los pocos centavos que implica haber pedido y asumir la vergüenza para comprar un pedazo de pan que mitigue el cansancio del hambre y de ese hombre digno ya sin fuerzas. Del hombre que busca demostrar que aún está vivo, que su lámpara aún estalla y cubre los fragmentos de un ser que tiene todo para dar. Pero esa noche no tiene lugar para una sola palabra más.
En la vieja cama de un cuarto, enciende su último cigarrillo, el juego siniestro del humo, dibuja imágenes; hijos, nietos, nueras, primos, amigos y amores, que no dejan de ser el gran amor. Pero el ya no puede, su dignidad ha sido cercenada, ya no tiene brazos, no tiene piernas, sólo le queda su corazón desbordante de amor para ellos, y toda su mente, que como una maquina arrolladora no deja de pensar y crear. ¿Cuánto de muerto tenemos? ¡Estando vivos!
Juan, ese ya viejo muchacho de barrio, multiplicado por miles, solo espera... mientras deja escapar, su último poema.

TESTIGO DEL SILENCIO

Llegue a tu vida
rescatando resonancias,
aquietando las heridas.
Reí en la sonrisa de la soledad
con los últimos soles que agonizan
venciendo tus silencios
en gritos de ternura.
Me entregue a tus miradas
acariciando los encuentros,
comulgando con errantes melodías,
para sentir que estas viva.
Amanecí un día,
en tu paraíso de algodones,
con la tersura del asombro,
tus ansias, tus sueños,
en esos huecos profundos,
bajo arcos de sangre,
entregando mis sueños más puros,
y ahora los escribo.

Música quebrada por el viento
en abismos de palabras,
inviernos dormidos
en una galaxia perfumada.

Alzo mi reino y respiro
en pausa serena,
trozos de tiempo
explotan el pecho desnudo
entregando en cada amanecer el amor,
la pasión que colma el crepúsculo.

No hay más tiempos,
sos mi último refugio,
clamor de encuentro demorado,
luz que corre fecunda por el río
entrelazada a la bandada de pájaros
en violado amanecer.
Lucero entre mis huesos…
caminando desnuda en mi sangre
hasta el tiempo del asombro
abrazando mi amor

POLVAREDA DEL OLVIDO

El día se ha desdibujando,
apagándose lentamente,
falleciendo las palabras sin respuestas,
dejando paso
a una tarde que moría ante el brillo de las luces
abrazado a imágenes rotas,
mientras el sol se deshilacha en hilos,
trocándose en nudos
que ahogan el corazón.

El día se hizo negrura noche
ante mis ojos,
por la pena y por la duda…
de seguir siendo marioneta
de tus pobres antojos…
o huir eternamente de mi pena.

En el vació tremendo de la oscuridad,
sin estrellas, sin lunas, sin aire
me asfixió en mi propia respiración
en desbocado río de guitarras
escondiendo suspiros
enterrando señales.

Una mariposa nocturna se posa en mi mano,
acariciando mis penas, prestándome sus alas
para que llore y le cuente mi desventura
plagada de matices cambiantes
de mis muertes y agonías
por haber amado tanto…
Como cascada brotaron las palabras,
y como un desposeído…
le abrí mis pensamientos.

“No soy nadie sin ella…
solo un hombre perdido,
sin voluntad, sin fuerzas,
de tan herido…
Dame fuerzas por favor…
quiero acabar con tan inmenso dolor…”

Revoloteo a mí alrededor,
y en susurros me dice…

“Nadie es tan importante,
para que quiebres tus hierros,
despojándote de tu estima.
Y si has entregado tu vida,
tu corazón y tu alma
al amor…
y ese amor no ha sabido
abrir sus puertas a el sol radiante de la vida,
es que no tiene vida…
es que puede estar muerta, muerta en vida
y no puede apreciar
tanto cariño, tanto dolor, tanto amor…
porque debe haber perdido su camino,
quizás… también por dolor.”

Me pierdo en la neblina
donde luces estalladas
bailan sobre tablones quebrados,
hambriento de espacios
como gato en celo.

Tiembla un violín
sobre lejanas tejas,
abrazo violencias derramadas,
sobre calles conjuradas de olvido,
transito cementerios deslunados,
dejando en ellos mi ropaje
enterrando suspiros muertos.

A lo lejos…
rizos de oro envuelven el nuevo día
y renazco navegando muertes
a orillas del mar,
corriendo descalzo por la insaciable arena
con los ojos ciegos de mirar imposibles…
con la eternidad sin regreso.

Me recuesto en la arena húmeda.
…me quedo dormido
como un príncipe ciego
comprendo…
que te perdí en la ciudad entre quejidos,
mientras la luz violada
florece en la sombra
con el viento en mis manos
polvareda del olvido

ULTIMO POEMA
(la muerte del poeta)

Me arrancan en mí,
dividiéndome en dos.
Me abortan cada día
en un negro mundo
que grita desesperadamente
su pobreza...
Recortan con tijeras de seda,
día a día mis pesadillas,
mientras me revuelco en ese lodo...
con mis manos en sangre,
y con el olor a podrido
de una sociedad con miedo,
sorda y mentirosa.
Todo tiene dos caras,
talladas desde los colmillos,
de la furia y la soledad,
y esa otra...
que se desvanece en la niebla
de esa multitud ciega.
No puedo lograr descubrirme,
ni saber si soy dueño de mí.
Me transformo día con día,
y noche con noche de perro a lobo.
Recorro en la oscuridad,
la llanura de un porvenir
que he dejado olvidado,
y me encierro en los años muertos,
buscando los campos verdes,
de hoy...
No tengo reino,
porque tampoco tengo reina.
Y es mi sombra la que va conmigo
donde quiera que vaya,
desgarrando a dentelladas
cada amanecer...
en mi jaula de obediencia.
Recibo en cuenta gotas
un aterciopelado veneno en el querer,
porque no es de entrega...
ni de mano abierta...
ni de explosiva bestia
que ame desgarrando
su sangre en mi sangre.
He forjado mi torneo entre
los grandes y hermosos colores,
quebrando mis pinceles y mis plumas,
en un hoy, solo gris y negro,
ganando el trofeo estúpido de bestia,
porque ame hasta sentir la muerte.
Pero.
¿Quién vence en mí?
¿Quién rescata al talento?
¿Quién defiende mi corazón solitario?
¿Quién vendrá a mi boca,
a entregar la miel de sus labios?
Si yo...
¡Ya estoy muerto!

BARRIO DE TODOS

Barrio de todos...
es mi barrio antiguo,
barrio con historia,
con gracia y talento...

Leyendas y mitos de noches
infalibles,
mañanas de otros tiempos,
con personajes insólitos.

Barrio de intelectuales y artistas,
de embriagados de fiesta,
de noctámbulos y guerreros
que custodian el alba.

Barrio de mil sabores y olores,
homenaje perpetuo a los
techos de vigas...
lugar donde se reconcilia
el tiempo de una ciudad
y el espacio donde trasunta su gente.

Barrio solemne y descarado
barrio de dulces nombres y algarabías,
barrio de todos y todos del barrio...

Pasearlo, rodando por sus calles de piedra...
barrio desmañado y rústico,
barrio preñado de herrerías
y puertas insondables,
recinto mágico de la tarde...
de esa tarde con su aroma a café,
buhardilla de tacitas de té,
olvidadas para siempre en un estante.

Trozos de historia siniestra,
de emparedados, ecos de risas y de llantos.
Barrio chico para el que lo vive
y grande para el que lo sueña.

Barrio por donde asoma
el retrato actual de su vida anciana
y el cuento viejo de su vida actual.
San Telmo, ¡mi barrio!

ERA MI PADRE….

Después de mil años,
me pregunto si fue verdad o
un engaño a mi adolescencia,
ni siquiera me pongo a pensar de mi niñez.

Los párpados que nunca se cierran,
ni en el momento de una caricia;
cuerpo tremendamente vivo
cuando la muerte me parecía más presente,
será porque en eso que llamamos vida,
hay siempre pedazos de la no -vida-
Amores dictatoriales que piden todo y no piden nada,
sin que estén hechos para nuestra flaqueza.

Su amor, -dentro de su soledad- al vivir,
es un desbarranco a la vida;
su amor a las reglas, conduce a pisotear mis reglas,
a inventar otras y jugarse la vida en una palabra.

Con él se pierde el gusto a los amigos,
a las mujeres hermosas.
La literatura es solo una palabra,
como la moral y las buenas compañías,
el romanticismo, la psicología y la simple novela.

Me encierro en mí,
sobre la inutilidad de las meditaciones.
No quiero ser el,
ni atreverme a decir no,
para poder decir si.

Rellenar la vida de miedos con lo que los otros lo rellenaron,
grandes y pequeñas insignificancias de que esta hecho este mundo.

Hombre vació,
con la blancura de la nada,
sin imagen donde reflejarse,
solo espera y aguarda…

Los tiempos de silencio comenzaron hace mucho tiempo,
sequía y piedra.
Palabras que se posan suavemente sobre la tierra sin pasado.
Pájaro feroz que te sacara los ojos, solo para ver él.
No quita que otros sigan el mismo camino.

Noches crepusculares,
la pluma y la mesa en momentos vivos,
gemidos que recuerdan el calor natal,
en esa tinta negra que cobija la creatividad,
la luz de esa lámpara que nunca alumbra.

Me cortó las manos,
aún así escribo con mis muñones en la noche que ingresa por mi ventana.
Mis ojos dan vueltas en el centro de un cuarto negro,
sin oxigeno,… silencioso.

Me quedo quieto en medio de esa nada,
sombras me fingen una inmortalidad de momia.
Pero ¿podré levantarme?,
nunca será ese día que él propone,
porque estoy vivo,… estoy muerto.

Por más que lo intentó,
nunca logró matar totalmente el recuerdo
con esa pluma que decapita la tarde como un cuchillo filoso.

Las horas se expanden,
la noche se convierte en luz y el día en noche.
Da vueltas, se insinúa, se acerca, se aleja,
vuelve de puntillas y a escondidas,
y si alargo la mano,… desaparece.

Costó avanzar milímetros por años,
abrí camino a través de la roca,
gastando dientes,
uñas que se rompen para alejarme,
para respirar aire sano.

Ahora que mis dientes sangran,
y mis manos aun tiemblan,
contemplo mi obra
y en mi vejez pude liberarme
porque todas mis palabras han muerto de sed

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