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RAMÓN SABA (Tenares-República Dominicana)

UNA AMENA CONVERSACIÓN

Todos estábamos impacientes mirando hacia la parte superior de la puerta del quirófano, allí donde aparecían apagados dos rótulos que al iluminarse identificarían el sexo del bebé que esperábamos ansiosos.

A mi diestra, y más nerviosa que yo, estaba mi suegra, al frente algunos parientes más que fueron llegando a medida que esta les avisó y a mi siniestra, el conductor del taxi que nos recogió para llevarnos a aquel hospital de maternidad.

“Mi nombre es Julián. Soy un chofer al que se le “pegan” muchos servicios como este. En muchas ocasiones me ha tocado se “la ambulancia” de partos igual al de ustedes.”

Presentí que la conversación con aquel humilde individuo debería ser más agradable que la de mi nerviosa suegra. Además me sentía motivado a escuchar sus experiencias con el propósito de sofocar un poco la tensión que me embargaba.

“Julián me dijo, ¿verdad ?“

“Sí señor, Julián Martínez Mejía. De los Martínez de…”

“Cuénteme Julián sobre otro caso que usted recuerde.”

“Muy bien señor. Esto pasó hace apenas algunos días. Recibí una solicitud de servicio por el sistema de radiocomunicación de mi vehículo y procedí a ofrecerlo rápidamente porque era también un caso de maternidad. En menos de lo que canta un gallo llegué a la dirección donde requerían el taxi. Allí me encontré en la puerta con una parejita discutiendo acaloradamente, a pesar de que la mujer estaba a punto de alumbrar. Les sugerí que olvidaran la discusión para otro momento y que se concentraran en indicarme dónde querían que los llevara. El varón de la pareja me instruyó que los trajera a este mismo hospital… ¿Qué coincidencia, verdad ?”

“Continúe usted, Julián.”

“Pues bien señor, como le decía, acomodé a mis pasajeros en el asiento trasero de mi vehículo, pisé el acelerador y tomé hacia este hospital. La pareja continuó su discusión ignorando mi presencia. No es que yo sea curioso ni me interese la vida ajena, pero tampoco soy sordo… ¿verdad ?”

“Claro Julián, claro; pero continúe por favor.”

“Pues bien jefecito. Me enteré que la discusión era por el sexo que cada uno de ellos quería para su criatura. Ella deseaba un varoncito porque toda pareja desea que su primer hijo sea “un machazo”. Él por su parte prefería que fuese hembra porque había escuchado que estas quieren más al padre. A propósito… ¿qué desea usted que sea el suyo ?”

“Una mujercita por la misma razón, Julián; pero continúe usted.”

“¿Qué coincidencia, verdad?… Bueno, para mí eso no era motivo para que tuvieran una discusión tan acalorada; pero una cuadra después descubrí la verdadera razón, cuando él adujo que el motivo por el cual ella quería un varón era para llevarle la contraria, influenciada por su suegra… la suya no, la de él…”

“Te entendí Julián, y lo entiendo a él también porque mi suegra que es la señora que tengo al lado, es así de impertinente también.”

“¿Qué coincidencia, verdad?… Bien, a mí no me gusta meterme en conversaciones ajenas; pero me apenaba la situación de ese matrimonio que en vez de estar preocupado por la circunstancia, se había envuelto en aquella discusión sin sentido, por eso me involucré y les pregunté: Excúsenme que me entrometa en lo que no debería importarme; pero (dirigiéndome a la jovencita) ¿por qué no se hizo la prueba que determina el sexo del bebé?”… a lo que ella me respondió incómoda: porque eso cuesta mucho dinero y si nosotros lo tuviéramos tendrían también para comprarnos un automóvil y no hubiésemos tenido la necesidad de pedir un taxi.”

“Eso tiene sentido, amigo Julián… Yo pienso igual.”

“¿Qué coincidencia, verdad ?... pues para continuar la historia debo decirle que todavía entraba ella a la sala de partos y no paraba de proferir insultos a su marido… como si el pobre tuviera la culpa.”

“Y en cierta forma la tenía, Julián, porque es el hombre quien determina el sexo de sus hijos por… bueno, eso no importa ahora… sigue contándome.”

“De acuerdo patrón… pues escuche; igual que usted y que yo, el marido se sentó a mirar los letreros esos encima de la puerta de la sala de partos, esperando que alguno se encendiera… ¿Qué coincidencia, verdad ?... Bueno, pues en un momento salió una enfermera con un fuerte olor a cloroformo encima y mi cliente la abordó de inmediato… ¿Cómo va la cosa, señorita ?, le preguntó a lo que ella le contestó: Se ha complicado un poco, pero estamos trabajando en eso.”

Esa respuesta inquietó más a mi patrón, quien no atinó a preguntar más nada por la prisa con que la profesional tomó una hoja de reporte clínico que había en la enfermería y luego se devolvió hacia el mismo lugar como alma a la que persigue el diablo.”

“Bueno… ¿y qué pasó, Julián ?”

“Al rato y sin que se hubiera encendido letrero alguno, salió el doctor con la enfermera. Ella, señalando con la mano, le indicó al médico la ubicación donde estaba sentado mi cliente y claramente escuché cuando le dijo: Ese es el esposo.”

“Julián, ya me estás inquietando con la esta historia, termínala por favor.”

“Pues para no alargarle el cuento, le diré que cuando el médico se acercó, mi jefecito le preguntó de inmediato: ¿Cómo está mi esposa … y el bebé, o la bebé… fue hembra?; a lo que éste le respondió: Sí mi amigo, fue hembra; pero lamentablemente ambas, su esposa y su hija, murieron en el parto… Lo sentimos mucho.”

Estupefacto quedé ante aquel relato que acababa de narrarme mi interlocutor, sin tener en cuenta el terrible efecto que esta historia produciría en mí ante las circunstancias que me rodeaban.

Aunque reconocía la ignorancia y la falta de tacto del conductor del taxi, la furia me hizo su presa fácil y quise manifestarle mi encono; pero me contuve porque en ese preciso instante salían del quirófano el galeno acompañado de una enfermera. Me miraron, se miraron, caminaron hacia mí, se detuvieron y… fue de nuevo la voz del taxista que se escuchó:

“¿Qué coincidencia, verdad?…”


FRENTE A FRENTE A MI DESTINO
(soneto clásico)

Aquí estoy, frente a frente a mi destino,
muy cercano al olor de su presencia,
degustando el sabor de mi existencia…
negociando el final de mi camino.

Y se torna mordaz y hasta mezquino
a medida que avanza su insistencia,
carcomiendo sutil la resistencia
que le planta mi haber de peregrino.

Y descubro también la fortaleza
compañera de todos mis sentidos.
Ya no importa si acaba mi gran suerte,

sólo importan los gestos de tristeza
que me ocultan mis seres más queridos
al arribo silente de mi muerte.

MÚSICA DE SEPTIEMBRE
(soneto clásico)

Ya se escucha del bosque su sonrisa
cual sonata de ampliada tesitura
y hasta el eco repite sin premura
música que en septiembre es indecisa.

Son voces de un verano que precisa
despertar con el viento la espesura;
concierto de un otoño que procura
despedir a las hojas con su brisa.

Es tan piano el sonido de los días
que septiembre interpreta en sus mañanas,
que abrigados en par los ruiseñores

entonan renovadas melodías
y el riachuelo repica sin campanas
los acordes de todos sus amores.

REFUGIO DE LUZ
(soneto alejandrino)

Qué oscura surge la noche luego del hastío,
compilando sueños truncos del poeta inerte
como si un presagio de luz anunciara muerte
sin verbenas ni ritos que destilen rocío.

Y tan sólo versos de sol surgidos del río
acompasan los desvelos de su cruenta suerte
con silbidos fugados desde su pena fuerte,
malhumorados y fríos como desafío.

Emisores vanales de ventanas dormidas
donde se amontonan silentes mis lunas grises,
asomadas talvez por esperanzas latentes.

Y se ponen más oscuras las noches perdidas
anhelando remozar sus pesados matices;
pero no cuentan con nadie ni tienen dolientes.

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